Marometa: la felicidad multiplicada
Por: Rodrigo Medina
¿Quién dijo que la diversión no puede estar en dos lugares al mismo tiempo? La quinta jornada del festival itinerante Marometa fue distinta a las demás, dos pequeños poblados enclavados en la zona carretera a Chapala, El Capulín y El Refugio fueron las paradas 5 y 6 de la edición 2013 de la fiesta de los niños.
El Refugio del Valle
Son cerca de las 5 de la tarde en El Refugio del Valle, un pequeño poblado que colinda con el Aeropuerto internacional Miguel Hidalgo, el sonido de las turbinas de las aeronaves en pleno descenso y la cercanía con la que se observan desde su plaza principal son fenómenos que desde hace muchos años dejaron de asombrar a sus pobladores, sin embargo, hoy se mezclan con los gritos de los niños jugando y el bullicio que Marometa acarrea año con año.
Un grupo de aproximadamente seis niños brinca de manera descoordinada sobre una cama elástica, un ballet que pareciera no buscar otra cosa que transmitir la felicidad que para estos pequeñines representa recibir en su localidad este tipo de atracciones.
De manera simultánea, un grupo de niñas y niños juegan una carrerita alrededor del kiosco de la plaza, sólo que no se trata únicamente de correr, sino que hay que brincar un aro de plástico al mismo tiempo que avanzas.
Esta es apenas la segunda vez que Fátima viene a Marometa, sin embargo, no se olvida de que en abril, mes del niño, Marometa llegará nuevamente a El Refugio. “Es la segunda vez que vengo, me acordé porque el año pasado también estuve aquí, me gustaría que fueran más días no nada más uno”, dice la pequeña de 7 años.
El Capulín
A casi un kilómetro de la carretera a Chapala y comunicado por un camino semi empedrado, que en algunos tramos se vuelve sólo de tierra se encuentra El Capulín, un pequeño poblado que por cuarta ocasión en su historia recibirá una fecha más del festival itinerante Marometa.
Una fiesta como esta es capaz de contar varias historias al mismo tiempo, sus talleres y actividades son tan diversas que mientras el pequeño Martín juega a animar digitalmente un gato al mismo tiempo que se pregunta “¿oiga y va a salir en la tele?, la pequeña Carolina se llena las manos de barro al mismo tiempo que intenta hacer la forma de un corazón y los hermanos Pedro, Erik y Alberto se bañan en uno de los chapoteaderos, echándose agua los unos a los otros, tratando de mitigar el calor abrazante de la tarde.
La jornada cierra con broche de oro, cuando las pelotas llegan a la plaza y comienzan a repartirse entre los asistentes, aunque ninguno se quedará sin regalo, todos los pequeños corren como si solo hubiera una para todos. Al final el lugar se llena de niños botando su pelota y celebrando su inocencia, como si fuera la primera vez que llegó Marometa.