Conoce la leyenda del Mictlán, el lugar de los muertos

En la cultura azteca, el Mictlán era un mundo subterráneo que contaba con varios niveles a los que se llegaba de acuerdo a como se morían.

Cuenta esta leyenda que Tlalocan era el paraíso de Tláloc, dios azteca de la lluvia y del relámpago. Aquí llegaban todas las almas de aquellos que fallecían por situaciones relacionadas con el agua y en este sitio eran enterradas para que germinaran de nuevo como las semillas.

Tonatiuhichan, o la Casa del Sol, era el refugio de las almas de los caídos en combate, cautivos sacrificados o las madres fallecidas en parto. En este lugar las almas eran elegidas para acompañar al Sol desde el mediodía hasta el atardecer en su renacer diario. Al cabo de cuatro años de acompañarlo en sus viajes diarios, se convertían en aves para regresar así a la vida terrenal.

Al Mictlán solo llegaban aquellos que morían por causas naturales. Quien moría tenía que cumplir una serie de pruebas en compañía de un perro que era incinerado junto con el cadáver, al que encontraba y reconocía en Itzcuintlán para ayudarle a realizar el largo viaje a Mictlán. Entre otras, las pruebas consistían en pasar por entre dos montes que chocaban uno con otro, atravesar un camino donde estaba una culebra y desafiar un fuerte viento. Transcurridos cuatro años en estos caminos, la vida errante de los difuntos había terminado y podía atravesar un ancho y caudaloso río montado en su perro.

Una vez terminado el viaje, el muerto podía presentarse ante Mictlantecuhtli, señor de la muerte, y Mictecacíhuatl, señora de la muerte. 

CONOCE CÓMO LLEGAR